ME EXIJO A MÍ MISMO MÁS DE LO QUE CUALQUIERA PUDIERA PEDIRME

ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL CORTÉS


EL PERIODISTA MIGUEL ÁNGEL CORTÉS DEJA CANAL SUR TRAS MÁS DE 30 AÑOS

Una entrevista de Dani Vázquez.


Miguel Ángel Cortés es uno de los nombres más importantes de la historia del periodismo deportivo en Andalucía, especialmente en la televisión. Durante más de tres décadas desempeñó diferentes tareas en Canal Sur TV. Pero la mayor parte de ese tiempo estuvo ligado al mundo del deporte. Vivió dos etapas como Jefe de Deportes de la televisión pública andaluza, donde creó un formato clásico, Gol a Gol, y destacó por un estilo personal y moderno de contar el deporte.

Dotado de una formidable polivalencia, puso su voz y sus conocimientos en la narración de más de una veintena de deportes, tan dispares como el fútbol americano, el rugby, el ajedrez, el esquí o el baloncesto; se convirtió en un rostro popular de Canal Sur presentando programas deportivos durante 20 años y destacó en otros ámbitos profesionales, como presentador de un informativo nocturno o como director del clásico Andalucía Directo, con el que ganó un premio de la Academia de Televisión.


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EL PRINCIPIO

"Dado que existe una ley como la de la Gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo de la nada, como así ocurrió. La creación espontánea es la razón de que exista algo, en vez de la nada, de que el Universo exista, de que nosotros existamos. No es necesario invocar a Dios para que encienda la mecha y ponga el universo en funcionamiento". 

El físico teórico Stephen Hawking explica así el origen del Universo, en su libro El Gran Diseño. El Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física. 

Pero, incluso así, siempre habrá alguien que crea en un Gran Arquitecto que diseñó el conjunto de fuerzas naturales y constantes físicas que lo impulsó todo. 

Yo estoy con Richard Dawkins: "Darwin expulsó a Dios de la biología" y Hawking ha dejado a Dios fuera de la creación.

Sencillamente, Dios no es necesario.

LA LIBERTAD

Como Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, sostengo como verdades evidentes que todos los seres humanos nacemos iguales y dotados de unos derechos inalienables: a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

La libertad es un bien sagrado, propio del ser humano por nacimiento. No se concede ni se alcanza, sólo se defiende. No debe concebirse el gobierno -o el estado- como una institución que otroga libertdades o las deroga. La libertad es consecuencia natural de la vida y es la atmósfera necesaria para la felicidad.

Nadie debe alterar el derecho natural del ser humano a ser libre para buscar su propia felicidad. Las leyes, el pacto entre los hombres para organizar el poder, sólo tienen sentido si se consagran a proteger esos derechos inalienables.

Ver la Declaración de Independencia de los Estados Unidos

EL ÉXITO

No hay una medida objetiva del éxito personal. Ni el dinero, ni los bienes materiales ni el prestigio significan nada si uno no tiene la convicción de haber hecho el mayor esfuerzo posible, con la mayor honestidad,  para acercarse a las metas que cada uno se haya marcado.

En palabras de John Wodden, probablemente el mejor entrenador de baloncesto que jamás haya existido: "El éxito es la paz mental que nace como resultado natural de la íntima satisfacción lograda al saber que uno hizo todo lo mejor que pudo para convertirse en lo mejor que uno es capaz de ser".

La medida del éxito no está en lo que se consigue, sino en el esfuerzo, en la valentía, en la tenacidad que ponemos en juego contra las adversidades en el camino hacia nuestros objetivos. El éxito no está en la meta, está en el camino.

Un camino en el que debes: vivir honestamente buscando la felicidad, amar sin límites, ganar el respeto de la gente, cumplir con lo que se debe hacer, contribuir a hacer del mundo un sitio mejor, dejar un legado, apreciar la belleza... Sentir que haces todo lo que puedes para convertirte en lo mejor que puedes llegar a ser.




LA EXCELENCIA

Construimos nuestra vida cada día, con cada acto que realizamos. Somos, por tanto, lo que hacemos. La excelencia, la grandeza, la armonía a la que debemos aspirar en nuestra vida no es, pues, un acto concreto ni siquiera una colección de buenas conductas. La excelencia es un hábito que debemos forjar cada día.

Es un impulso para aspirar siempre a lo mejor que podamos lograr, para no escatimar esfuerzos a la hora de exprimir todo nuestro potencial, para no rendirse nunca frente a las adversidades, para no doblegarse ante quienes quieren frenarnos.

La excelencia es un pacto con uno mismo, un compromiso para sacar siempre lo mejor que llevamos dentro.


  

LO PEOR QUE PUEDE PASAR

Miguel Ángel Cortés.


La vida no consiste en evitar riesgos. Eso es simplemente imposible. La vida está repleta de riesgos y no podemos evitar que las amenazas externas incidan en nuestra vida. El objetivo no debe ser evitar riesgos, sino vivir gestionando los riesgos con inteligencia.


Esa gestión de riesgos exige, en primer lugar,  un correcto análisis de nuestra realidad. Debemos aprender a percibir las cosas como realmente son y a analizarlas desapasionadamente. Sin olvidarnos totalmente de nuestros sentimientos, ese análisis de la realidad depende básicamente de la mente. Analizar es evaluar las implicaciones y las posibilidades y tomar en consecuencia decisiones lógicas.


Veamos un ejemplo asombroso del enorme poder de la mente humana. Garry Kasparov es, sin duda, uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos. Probablemente, el más completo de cuantos han existido.


Kasparov nació en Bakú, la capital de Azerbaiyán en 1963, cuando la república caucásica formaba parte de la Unión Soviética. Huérfano de padre, su madre, ingeniera de armas atómicas, le enseñó a jugar al ajedrez, tarea a la que se entregó con pasión hasta convertirse en campeón mundial, título que ostentó desde 1985 hasta 2000.


Exhibía sobre el tablero un talento arrollador, una energía inagotable, parecía conocer cada partida que se había jugado antes, su determinación causaba terror a los rivales, por lo que se ganó el sobrenombre del “ogro de Bakú”. Y, además, su capacidad de análisis era inigualable.


Lo demostró el 20 de enero de 1990 en la que ha quedado como la mejor partida de la carrera de Kasparov. Ese día, en un torneo jugado en Holanda, con el ajedrecista  búlgaro Veselin  Topalov como rival, Kasparov,  con piezas blancas, sorprendió en la jugada 24 con un audaz movimiento en el que parecía haber cometido un error ofreciendo el sacrificio de una de sus torres. Topalov, tras quince inacabables minutos de reflexión, mordió el anzuelo y emprendió lo que parecía una devastadora serie de movimientos que iban a acabar con las piezas blancas.


El resultado fue justo el contrario y Kasparov ganó con una espectacular combinación de movimientos.  El cálculo que necesitó para convertir en victoria ese sacrificio de torre está considerado una auténtica proeza del cerebro humano. Kasparov fue capaz de anticipar mentalmente 18 jugadas.  Ese impresionante alarde de cálculo le permitió  adelantarse mental y emocionalmente a cualquier movimiento de su rival.


(Puede ver la partida comentada por el propio Kasparov en:  https://gameknot.com/annotation.pl?gm=216&pg=0 )


Evidentemente, no todos disponemos de un cerebro como el de Kasparov ni de su asombrosa capacidad de análisis, pero  nuestra mente si está suficientemente dotada para afrontar un análisis  desapasionado  de nuestra realidad. Y es un ejercicio necesario, porque sólo así podemos esquivar uno de los peores enemigos intangibles de la salud: la preocupación, una amenaza que la mayoría de las veces proviene de dos esferas temporales en las que no estamos: el pasado y el futuro.


Nada de lo que hagamos hoy puede cambiar lo sucedido ayer, así que ya es inútil preocuparse por lo pasado.  Tampoco nos hacemos un favor preocupándonos desmesuradamente por el futuro. Demasiadas veces nos preocupamos por cosas que jamás llegan a suceder. Lo mejor es enfocarse en el único momento de la vida sobre el que podemos actuar: el presente.


Este enfoque no significa que, a veces, no  existan razones reales para preocuparse. Son razones genuinas derivadas de realidades: las consecuencias de un error, una enfermedad….Si esto ocurre, lo ideal es mejorar de inmediato la situación mediante un  proceso mental de análisis y reacción, en  tres fases:


ü  Planteemos qué es lo peor que puede pasar

ü  Una vez situados en lo peor, preparémonos para aceptarlo

ü  Y, aquí está la clave, después de prepararnos para aceptar lo peor  trabajemos con calma para contrarrestar las posibles  consecuencias.


William Shakespeare lo definió prodigiosamente: “El hombre sensato no se sienta a lamentar sus pérdidas, sino que procura reparar sus daños”. Garry Kasparov lo hizo magistralmente contra Topalov. Cualquiera de nosotros puede hacerlo cada día.

 

 

LA VERDADERA HISTORIA DE LA TREGUA DE NAVIDAD

Navidad de 1914.  Desde el 28 de julio, Europa se desangra en una guerra atroz que enfrenta a los Imperios Alemán, Austrohúngaro y otomano contra Francia, el Reino Unido, Italia, Bélgica y otra media docena de países. Por primera vez se emplean los avances tecnológicos para crear mortíferas herramientas de guerra: aviones, tanques, armas automáticas, gases tóxicos…. El poder de destrucción es aterrador y el conflicto, bautizado entonces como la Gran Guerra, acaba convirtiéndose en el enfrentamiento bélico más mortífero de todos los tiempos, con más de nueve millones de muertos. El enfrentamiento, en el que más tarde acabarían participando Estados Unidos, Canadá, Australia, Sudáfrica y otros países ultrmarinos convierte a Europa en un espantoso escenario de muerte y destrucción. Con el paso de los años el conflicto acaba conociéndose como la Primera Guerra Mundial.

El equilibrio de fuerzas entre los dos bandos es tal que la guerra se atasca muy pronto en un gigantesco frente de batalla que divide en dos la Europa continental con una larguísima línea de trincheras en las que se apiñan soldados alemanes por un lado y franceses, belgas e ingleses por el otro.

En medio de ese atroz escenario surgió una luz de esperanza. Sucedió inesperada y espontáneamente y ha pasado a la historia como la Tregua de Navidad de 1914.

 Nadie sabe exactamente cómo empezó todo. Las cartas enviadas en los días posteriores por soldados de uno y otro bando a sus familias han permitido reconstruir parcialmente este insólito episodio que devuelve la esperanza en el ser humano.

  Se sabe que por orden del emperador alemán, el Kaiser Guillermo II, las trincheras alemanas del frente occidental, en Bélgica, fueron adornadas con árboles navideños. Para aumentar la moral de sus tropas, se enviaron también raciones extra de comida y licores. Durante la Nochebuena, en alguna de esas trincheras,  alguien empezó a entonar un villancico, al que se fueron sumando otros soldados cercanos. Era tal la proximidad con las líneas enemigas, que alguien del bando aliado escuchó la canción navideña y decidió sumarse al coro. Pronto, cientos de soldados de los dos lados cantaban casi al unísono.

Y entonces, sin que se sepa quién ni por qué,  alguien die un paso más. Abandonó su posición y se acercó con gesto de paz a la tierra de nadie que separaba las trincheras. Poco a poco, con enorme cautela, los soldados fueron abandonando sus posiciones defensivas y se acercaron a ese inesperado espacio de paz, cercano a la Catedral de Saint Martin en Ypres.  Los más osados saludaron a los enemigos y empezaron a regalarse tabaco, chocolate, viandas, licor y los pocos utensilios que tenían para sobrevivir en las trincheras.

 “Ha pasado algo extraordinario. Esta mañana, un alemán gritó que querían una tregua de un día. Así que, con mucha cautela, uno de nuestros hombres se levantó por encima del parapeto y vio como un alemán hacía lo mismo”, reza el fragmento de la carta en la que el General británico Walter Congreve -que sobrevivió la guerra—  explica a su esposa el encuentro.

 Los mandos asistían sorprendidos al desarrollo de esta tregua espontánea. Lo más extraordinario es que, sin conexión entre los escenarios, en otros puntos del frente de batalla sucedieron episodios similares.

 En uno de ellos, según se recoge en cartas de la época escritas por testigos, en la mañana del día 25 un soldado se atrevió a sacar un balón de fútbol, deporte que empezaba a ser muy popular por todo el continente. La ocurrencia gustó a otros soldados, que con maderas y piedras improvisaron unas porterias y pactaron un partido en tierra de nadie entre aliados y alemanes.    Los equipos jugaron con sus uniformes de guerra y el resultado, según parece, fue 3-2 a favor de los alemanes.

Los primeros informes del partido se conocieron unos días después, el 1 de enero de 1915, The Times publicó una carta escrita por un médico adjunto a la Rifle Brigade, que informó de "un partido de fútbol que jugaron entre ellos y nosotros delante de la trinchera." No fue el único partido, hay más pruebas de que se jugó al fútbol ese día de Navidad  al menos en tres o cuatro lugares entre las tropas de los ejércitos enfrentados.

La más detallada de estas historias proviene del lado alemán y cuenta que el 133 Regimiento Real de Saxon jugó un partido contra las tropas escocesas.  La historia es recogida por Robert Graves, un renombrado escritor británico, veterano de guerra, que reconstruye el encuentro en un relato publicado en 1962. En versión de Graves, el marcador queda 3-2 a favor de los alemanes, pero el escritor agrega un broche de oro ficticio: «el Reverendo Jolly, capellán del ejército británico, actuó como árbitro y lo hizo con demasiada caridad cristiana: su extremo izquierdo marcó el gol decisivo, pero fue en fuera de juego. El árbitro, sin embargo, lo dio como bueno”

Una foto de la confraternización entre los soldados alemanes e ingleses en el frente de batalla acabó en la portada del periódico británico The Daily Mirror.  Pero al alto mando de ambos ejércitos no le gustó la noticia.  Inmediatamente se prohibió el acercamiento con el enemigo y se llevaron a cabo acciones de castigo contra los participantes.

Para evitar que la noticia se conociera en otros países,  se confiscó durante meses la correspondencia de los soldados, sobre todo en el caso del ejército francés. Se quemaron fotografías y cartas y el gobierno inglés retiró ediciones enteras de periódicos en que se trató el tema, aunque no pudo evitar la famosa portada de The Daily Mirror.

 Los mandos sí lograron su objetivo, la Tregua de Navidad quedó pronto en el olvido, y la guerra siguió su curso devastador durante cuatro años más. Cuatro años que sembraron Europa de cadáveres y que sólo sirvieron para dejar el escenario perfecto para que 21 años después estallara otro conflicto bélico aún más cruel y devastador, la Segunda Guerra Mundial.

Como cruel ironía, el primer escenario de la tregua, la ciudad de Ypres quedó completamente arrasada en 1915 y fue el primer lugar del mundo en el que se usó el gas venenoso como arma química. De la catedral, construida en el siglo XIII, no quedó más que el pórtico y algunas piedras desnudas. Años después fue reconstruido y bajo el órgano se instaló un monumento en honor a los soldados caídos

La conmovedora Tregua de Navidad de 1914 no tuvo efecto sobre la Historia, pero sí nos deja un hermoso recuerdo de que los seres humanos, liberados de la tiranía de los intereses políticos y militares, poseen valores sobrados para hacer de este un mundo mejor.