ME EXIJO A MÍ MISMO MÁS DE LO QUE CUALQUIERA PUDIERA PEDIRME

LA LIBERTAD

Como Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, sostengo como verdades evidentes que todos los seres humanos nacemos iguales y dotados de unos derechos inalienables: a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

La libertad es un bien sagrado, propio del ser humano por nacimiento. No se concede ni se alcanza, sólo se defiende. No debe concebirse el gobierno -o el estado- como una institución que otroga libertdades o las deroga. La libertad es consecuencia natural de la vida y es la atmósfera necesaria para la felicidad.

Nadie debe alterar el derecho natural del ser humano a ser libre para buscar su propia felicidad. Las leyes, el pacto entre los hombres para organizar el poder, sólo tienen sentido si se consagran a proteger esos derechos inalienables.

Ver la Declaración de Independencia de los Estados Unidos